Días antes de la Última Cena serviste en nuestra mesa sobrias copas convencida quizás que yo convertiría el agua en vino En mi pasar por la Tierra Nunca espantaste los mercaderes de tu templo confiaste que yo vendría fiel a las Escrituras a expulsarlos con un látigo Tuve hambre y no me diste de comer […]
Días antes
de la Última Cena
serviste en nuestra mesa sobrias copas
convencida quizás
que yo convertiría el agua en vino
En mi pasar por la Tierra
Nunca espantaste los mercaderes de tu templo
confiaste que yo vendría
fiel a las Escrituras
a expulsarlos con un látigo
Tuve hambre y no me diste de comer
tuve frío y no me abrigaste
Fui al desierto por 40 largos días
Cara a cara con Satán
Pero tú permaneciste enajenada
Tres veces me negaste
Una sola noche
Y un viernes santo
Al pasar frente a una estrada
escuchaste gritar con fuerza Barrabás
y asentiste con la mente
antes y después
que Pilatos lavara sus dos manos
Cuando cargaron la cruz sobre mi espalda
Te retiraste a tu guarida
y allí permaneciste,
hundida en el silencio
no viste ni oíste ni sentiste
cuando un soldado romano
hundió su lanza en mi costado
Ni cuando suspiré
Elí Elí
Lama sabactani
Ni cuando descendí a los infiernos
Al tercer día
en Pascuas de Resurrección
saliste a la calle
ansiosa y perfumada
con la esperanza de verme
Pero no me hallaste en el pueblo
Ni en las casas
Ni en las plazas
Ni me encontraste en los templos
Ni en la montaña
Nadie te supo decir
Qué fue del crucificado
Y es que nunca jamás cantó el gallo
Ni multipliqué los panes ni los peces
Ni curé un solo leproso
Ni se rasgó el velo del templo por mi muerte.
Hoy pasas angustiada
A las veras de mi sepulcro
Te inquieta pensar
Que yo pude haber sido
Simplemente un hombre
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(Del libro “azul migaja”)
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